6.000 años de la Historia de la balanza
La balanza, un instrumento que atraviesa 6.000 años de historia
CUESTIÓN DE PESO. BERNARDO DESTACA QUE TODO EL COMERCIO, LA MEDICINA Y LA INDUSTRIA RECURREN A LAS BALANZAS
En su museo de 700 metros cuadrados ubicado en el edificio Central Park,
en el barrio porteño de Barracas, el empresario inmobiliario Bernardo
Fernández cuenta la historia de balanzas su colección tiene más de 1.800.
Tiene piezas de todo tipo y utilidad, algunas con fines específicos
como pesar huevos, opio, papel, raquetas y hasta monedas. Aficionado al
arte, Bernardo también les presta sus instalaciones a artistas
plásticos, que muchas veces pagan parte del alquiler con sus propios
cuadros.
Bernardo tiene 73 años, aunque aparenta muchos menos. No
sólo por su aspecto físico, sino por el tono jovial que elige para
expresarse. Su historia de balanzas está plagada de anécdotas, y entre ellas se
destaca el inicio de su pasión por ellas. El empresario descubrió
un aparato extraño en el altillo de la casa que sus abuelos tenían en
España. Ese montón de hierros y madera resultó ser la balanza que
usaban para pesar la mercadería en el almacén que tuvieron en Asturias, una balanza antigua, una balanza clasica.
El, desde luego, decidió traerla para la Argentina.
“Tuve que
conmover al personal de la aerolínea para que me dejaran subirla al
avión. Les dije que era un objeto que pertenecía a mi bisabuelo y que
quería llevarla a mi país. Cuando le pregunté al empleado de la
compañía qué haría él en mi lugar, me dejó abordar”, recuerda.
Una
vez en su oficina, y durante los momentos en que el trabajo permite
distraer la mente, Bernardo comenzó a entender la importancia de la balanza que tiene y tuvo para el hombre. “Me di cuenta de que,
con el avance de la tecnología, estos aparatos mecánicos iban a
desaparecer. También entendí que la humanidad toda está marcada por las
balanzas. El comercio, la medicina, la industria, absolutamente todo
tiene una balanza en su proceso”, reflexiona el empresario.
Así fue
que empezó, y hoy es todo un experto en el tema. De hecho, restaura él
mismo cada pieza que requiera algún ajuste. Pero cuando de balanzas se
trata, el mayor obstáculo que Bernardo debe afrontar para dar rienda
suelta a su hobbie es la Aduana. “En un país que no es comercialmente
libre, como la Argentina, es un gran problema. Hace un tiempo, un
estadounidense me regaló una balanza grande. Cuando la fui a buscar al
puerto me encontré con que tenía que pagar 700 dólares para ingresarla.
Al final, el costo de importación superó al precio de la balanza en
sí”, protesta.
Esos problemas no se comparan con lo que vivió en
Cuba: “Le compré una balanza a un muchacho. Camino a donde haríamos el
intercambio, él iba siempre mirando en todas direcciones, a tal punto
que mi mujer pensó que me iban a matar. Pude comprarle, pero cuando
despaché las valijas en el aeropuerto me llamaron por los
altoparlantes. Al entrar a las oficinas, me hicieron abrir el equipaje y
me decomisaron dos libros forrados en cuero que le había comprado a un
amigo. La excusa que me dieron fue que me estaba llevando el
patrimonio cultural de la isla. De las balanzas ni se avivaron, por
suerte”.
Para Bernardo los riesgos valen la pena ya que no sólo
colecciona antigüedades, sino que atesora el “instrumento más
importante que tuvo el hombre desde hace más de seis mil años” y
sostiene que “cada pueblo empezó con una plaza donde se comerciaba, y
ese comercio era posible gracias a las balanzas”. El museo puede
visitarse de manera gratuita en la calle California 2082 del barrio de
Barracas.
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